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¿Hasta dónde se pueden utilizar los pantalones cortos?
Para nuestros abuelos, y nuestros padres, ir elegante a trabajar era fundamental. Ahora, la generación millennial valora más la comodidad a la hora de desempeñar su trabajo. ¿Se puede ir en pantalón corto a casi todas partes?
26 Agosto 2018
|Se llama Ijad Madisch. Tiene 36 años, un doctorado y desde 2008 es el fundador y CEO de una red social de investigación en Alemania. Su envidiable curriculum le ha llevado a ser uno de los elegidos por Angela Merkel para formar parte del nuevo Consejo Digital que asesorará al Gobierno alemán sobre temas relacionados con la red.
Sin embargo, Madisch ha sido noticia por algo bien distinto: presentarse en la primera reunión de este consejo en pantalón corto, con camiseta, zapatillas rojas y su característica gorra de Superman. Un look que contrasta con el del resto de asistentes a la reunión, la mayoría de traje chaqueta, y corbata.
El debate está servido. Muchos en la red han alabado el look de Madisch. Otros, en cambio, han enfurecido por lo que consideran una falta de respeto hacia los alemanes y la canciller. Algunos señalan que Madisch iba aseado y su ropa estaba impoluta. ¿Dónde está el problema?
Las compañías tecnológicas reinventaron el uniforme de trabajo
Steve Jobs acudía siempre a trabajar con la misma camiseta negra de cuello, unos pantalones vaqueros y deportivas. Era su uniforme de trabajo y pronto se convirtió en una seña de identidad personal. Cogió la idea de Asia, donde los uniformes en las empresas aumentaban la confraternización de los empleados.
Intentó importar la moda a todo Apple, aunque contó con el rechazo frontal de sus trabajadores. Sin embargo, sí decidió que él tendría un uniforme, y optó por uno bien casual. Uno, por comodidad; dos, para que destacasen siempre sus ideas frente al look; y tres, para crear un sello personal.
Bill Gates ya había empezado años atrás la transformación de la ropa de trabajo cuando posaba sin americana para promocionar Microsoft. Porque han sido las compañías tecnológicas las que han transformado los outfits de trabajo, gracias sobre todo a la insistencia de sus fundadores. Larry Page y Sergey Brin lo extendieron a las camisetas en Google y Mark Zuckerberg lo llevó a su máximo exponente con las chanclas y shorts deportivos con las que se paseaba por Facebook en sus inicios.
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Los límites de lo informal
Pero una cosa es el trabajo (y más si eres el jefe), y otra una recepción. El propio Zuckerberg, que utiliza siempre un uniforme parecido al de Jobs con una camiseta más clara y sudadera, lo dejó en el armario para ir de punta en blanco en su última tournée europea, donde supera incluso en formalidad al propio presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, que sí opta por quitarse la chaqueta.
Lo mismo hace el actual CEO de Apple, Tim Cook, que no duda en enfundarse un smoking de pingüino para acudir a la gala del MET mientras se pasea con sneakers por el campus de trabajo.
¿Es una recepción con el Presidente de tu Gobierno un evento lo suficientemente formal? Todo depende de la óptica desde que lo mires. Madish aseguró que ese día había 30 grados en Berlín y que eran sus pantalones favoritos. Por otra parte, no cuesta encontrar fotos suyas con pajarita en una entrega de premios. La clave está en saber adaptar tu outfit al contexto, aunque cuál es ese contexto es una percepción que varía en función de cada persona y, sobre todo, de la generación a la que pertenezca.
Los millennials se saltan el dress code
Si algo tiene la tan famosa generación millennial es que ha sabido romper unas convenciones no sobre la moda, sino sobre asociar un determinado look a unas capacidades concretas. Es decir, anteponer el desempeño de tu labor profesional a cómo la realices vestido. Aunque es una lucha a la que todavía le queda mucho por conquistar, sobre todo cuando se sigue etiquetando la labor de las personas en función de su vestimenta.
En la política española, Pablo Iglesias (Podemos) fue el primero en conquistar los medios no sólo con su discurso, también con su estética low cost, semi informal y desaliñada. Pero al llegar al Congreso, tanto él como la mayoría de su grupo político han optado por formalizar un poco más su estética: nunca con corbata, pero sí camisas en lugar de camisetas y hasta americanas en las ocasiones más formales. Una táctica que han copiado en la oposición: Albert Rivera (Ciudadanos) suele utilizar poco la corbata para intentar llegar a un público más joven, igual que hace ahora Pablo Casado (PP).
Porque para poder romper con las normas de vestir establecidas, los millennials necesitan sobre todo reforzar su autoconfianza. Probablemente a quién tengas delante no le importe cómo vas vestido, pero si tú te piensas que vas a ser tratado de manera distinta por ir demasiado informal, y eso va a afectar a tu desempeño, es que todavía no estás listo para romper con las convenciones. Tienes, además, que tener la suficiente fuerza de voluntad para lidiar con quién sí cambie su trato en función de tu vestimenta, generalmente alguien de edad superior o distinta cultura.
Una cuestión de comodidad, y hasta de salud
La ropa que vistes no debería afectar a tu trabajo, aunque en la práctica sí lo hace. Japón es, probablemente, la sociedad más tradicional y respetuosa de las convenciones del mundo. Pasear por Tokio a las 8 de la mañana un día laboral supone cruzarte con un ejército de empleados que acuden a trabajar en trajes impolutos, como si de un regimiento de clones se tratara. No ir a trabajar en traje, en muchos ámbitos, sería impensable.
Sin embargo, con temperaturas que superan los 40 grados a la sombra en verano (y más de un centenar de muertos a causa del calor), ha sido el propio Gobierno es el que ha tenido que ingeniárselas para que los japoneses acudan más ligeros de ropa al trabajo. En el año 2005 comenzó la campaña Cool Biz, que pedía a las empresas que permitieran a sus empleados trabajar en verano sin corbata y con looks más casuals. Las empresas fabricantes de corbatas pusieron el grito en el cielo, pero hasta el Gobierno dio ejemplo acudiendo a actos oficiales en camisa.
Durante estos años, la campaña Cool Biz ha ido ganando adeptos y calando entre la sociedad japonesa. Los centros comerciales la convierten ya en todo un evento para reformar el armario. El estándar se ha ido además relajando a lo largo de todos estos años: primero se quitaron las corbatas, luego las chaquetas, más tarde se apostó por camisas de manga corta y ahora hasta que promocionan camisas con estampados hawaianos como la nueva norma más relajada. Y es que si la férrea sociedad japonesa ha sabido adaptarse a los cambios, todos deberíamos hacerlo.